lunes, 25 de octubre de 2010

Nunca se puede estar seguro de que es lo que quiere el otro y esa incertidumbre genera una especie de angustia.Y como esa duda nos genera angustia empezamos nosotros a dar respuestas y tratar de adivinar que quiere el otro en realidad.Asumimos y presumimos, damos una respuesta rápida y avanzamos, tal vez nos equivocamos pero ya no tenemos la angustia de no saber que quieren de nosotros.Angustia mucho no saber que quiere el otro de vos, te inquieta, te perturba. Por eso nos volvemos desconfiados, nos ponemos a la defensiva, asumimos siempre que las intenciones del otro no son buenas.Nunca podemos saber que quiere el otro o por qué nos quiere, eso es un eterno misterio ¿Por qué siempre caemos en la trampa de dar respuestas apresuradas?
Pero si dejáramos de adivinar y le diéramos la chance al otro de demostrarnos que siente, que quiere y por qué nos quiere tal vez nos sorprenderíamos.Si soportáramos esa angustia de no saber que quieren de nosotros tal vez algo nuevo podría llegar a nuestra vida.Si pudiéramos dejarnos atravesar por el deseo del otro, dejar que quieran algo, que nos quieran, dejar que pretendan cosas de nosotros porque eso es existir.El deseo del otro nos atemoriza, sentimos que quiere arrebatarnos algo muy preciado. ¿Pero no es eso en definitiva lo que anhelamos? Que nos quieran por lo que somos, por lo que tenemos, por eso que nos hace únicos.

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